Por Pascal Beltrán del Río
Es tiempo de sustituir a Hugo López-Gatell
La única manera de evaluar a un gobierno es por sus resultados. Sus intenciones pueden ser muy nobles, pero si no dan lugar a una mejoría en la vida de los gobernados, de nada sirven.
Hoy, hace dos años, el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador tomó el país con muchos problemas, particularmente aquellos que derivan de la deficiente aplicación de las leyes, como la inseguridad y la corrupción.
El mandatario consideró que la manera de hacer frente a esos problemas era derrumbar el edificio administrativo y volver a construirlo. Y así comenzó a hacerlo. Muchas instituciones y políticas públicas fueron aniquiladas con el propósito de sustituirlas. Con el paso del tiempo podemos decir que los problemas que había no se han ido y han surgido nuevos. De estos últimos, el más notable es el de la salud pública.
Mentiría quien dijera que ésta funcionaba de maravilla antes del 1 de diciembre de 2018, pero se había encontrado una manera de frenar su colapso.
El gobierno decidió que los refuerzos que anteriores administraciones habían colocado para mantener en pie el vetusto edificio de la seguridad social —como el Seguro Popular— debían desaparecer, con lo que millones de mexicanos quedaron en la incertidumbre. También acabó con las guarderías subrogadas y la educación inicial, esquemas en los que se apoyaban miles de madres para poder trabajar. Y deshizo el mecanismo de compra y distribución de medicamentos, alegando que estaba infestado de corrupción, con lo que las medicinas comenzaron a escasear.
En síntesis, destruyó el pasado para construir el futuro, pero sin ocuparse del presente.
En eso, se le atravesó la pandemia. Es cierto, el surgimiento del covid en China y su rápida expansión por el mundo no es culpa del gobierno, pero la manera en que decidió hacerle frente tuvo dos características que han probado ser perniciosas: recayó en un sistema de salud desorganizado por los cambios que le estaban imprimiendo y puso por delante consideraciones de tipo político, en lugar de priorizar los requerimientos de salud. Una constante ha sido negar que la situación esté peor que en días o semanas previos, incluso cuando esto ha sido innegable.
La primera vez que el Presidente afirmó que la pandemia estaba bajo control fue el 26 de abril, cuando apenas habían pasado seis semanas desde que se produjo la primera muerte en el país por covid. Desde entonces y hasta la fecha, ha repetido lo mismo en muchas ocasiones —con frases como “ya se ve la luz al final del túnel” o “ya se alejó el riesgo”—, pese a que la gravedad de la situación no ha desaparecido.
Eso y la reiterada posición de no aplicar suficientes pruebas ni rastrear sistemáticamente los contactos de las personas infectadas, además de negar o subestimar la utilidad del cubrebocas, han ido debilitando las defensas del cuerpo social frente a la enfermedad, al grado de que ayer la Organización Mundial de la Salud (OMS) debió llamar la atención al gobierno mexicano por su manejo del covid.
“Queremos pedirle a México que se lo tome muy en serio”, dijo ayer Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general del organismo, durante la rueda de prensa quincenal que su agencia dedica a la pandemia. El excanciller etíope advirtió que nuestro país “está en mala situación frente a la epidemia, que vio duplicarse el número de casos y muertes entre mediados y finales de noviembre”. Tal llamada de atención no había ocurrido desde que se conoció el primer contagio por coronavirus en México, el 28 de febrero.
Hoy no queda sino reconocer los graves errores que se han cometido en la gestión de la crisis sanitaria y los trágicos resultados que éstos han dejado.