Por: Luis Alfonso Valdés Blackaller
Esta ocasión toca publicar una curiosidad que solo llama la atención por eso, por ser curiosa.
El diario ARIZONA SILVER BELT publicó el 25 de abril de 1909, o sea hace 115 años, una curiosa nota de algo que se decía que sucedió en esta región de Coahuila.
“Ranchero mexicano reporta un comportamiento alarmante entre su ganado”
El Heraldo Mexicano recientemente publicó una historia sobre unas cabras, que al comer mariguana se emborracharon, se pusieron a saltar salvajemente y se negaron a comer. En esta ocasión publicó otra historia que opaca a la de las cabras. Este es el relato: Este no es el único ganadero desde el tiempo de Leban y su astuto yerno Jacob, que lo engañaba pintándole rayas a sus cabras y les daba hierbas hechizadas. Anoche sorprendió al Sr. Maldonado de Celaya un huésped del hotel Dos Mundos. El señor Maldonado, como se recordará, es el dueño del rebaño de cabras de Celaya que temió perderlas, por haber comido mariguana.
«Tu problema es pequeño» le dijo Pedro Flores, de Múzquiz, Coahuila, al Sr. Maldonado. «Yo soy un modesto ganadero, aunque anteriormente fui próspero y propietario de las vacas más finas del norte de Coahuila. Yo fui quien inventó la idea de poner cuajo a los botes de leche, cargarlos en el tren en Múzquiz y entregarlos en Monterrey y en Saltillo ya hechos en forma de queso fresco. Las sacudidas del tren, me ahorraron el enorme gasto del proceso de batir y agitar la leche, que se necesita para producir queso, y con ese ahorro, se sobre pagó su transporte. Bueno, con eso todos estábamos muy contentos. Yo estaba pagando el último abono del piano nuevo de mi hija, cuando empezó la demanda por el guayule. Renté un terreno donde el guayule tenía un buen crecimiento y puse algunas de mis mejores vacas a pastar en ese lugar.
«A las vacas pareció que les dio la “locura del guayule”, si no, de otro modo no puedo explicar el extraño cambio que se produjo a ellas. Uno de mis jornaleros vino a mí un día, y me dijo que las vacas estaban saltando arriba y abajo por todo el campo. Salí y lo ayudé a atrapar una que no rebotaba tan alto, y descubrí que sus pezuñas se habían vuelto de hule. Mientras examinaba esas cosas de hule, un hombre sujetó a la vaca por los cuernos, pero se encontró con que se estiraban, y al darle un jalón hacia adelante, la hizo rebotar varias yardas hacia atrás. Mientras la vaca pasaba por encima de mi cabeza, cogí su cola, que también comenzó a alargarse varios metros, pero cuando se estiró más allá de la proporción establecida en la anatomía bovino, solté la cola, y golpeó a la vaca tan fuerte en su ojo izquierdo que se lo sacó.
Las otras vacas continuaban brincando. Temiendo que rebotaran fuera de los pastos, antes de que pudiera hacer algo, telegrafié a Saltillo para traer una docena de buenos lazadores de ganado, para bajarlas y amarrarlas al suelo. De este modo se salvaron seis. Pero nunca pudimos ordeñarlas, porque sus tetillas se estiraban cuando se hacia el intento. Un médico de Monclova me sugirió que se podía vulcanizar el hule de las vacas dándoles de comer azufre. Eso tuvo el efecto deseado, pero cuando la cura se completó, estaban sus piernas tan rígidas que se murieron, porque no podían caminar de un mogote de pasto a otro, ni inclinar el cuello para tomar agua.
Entonces; «No creo que la marihuana sea, ni cerca, tan mala para las cabras, como es el guayule para las vacas”
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Por Luis Alfonso Valdés Blackaller, con apoyo de socios Arqueosaurios A.C. (1997) ~ Luis Alonso Armendáriz Otzuka, Arnoldo Bermea Balderas, Juan Latapi O., Francisco Rocha Garza, Oscar Valdés Martin del Campo, Willem Veltman, y Ramón Williamson Bosque.
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