Por: Lic. Héctor Garza M.
Leyendo una nota de un periódico local, relacionada con un emblemático monumento de Monclova, llamado el ave fénix, símbolo de un proyecto icónico que fuera anunciado con bombo y platillo en su momento, y que no prosperó, me hizo reflexionar que siendo hermosa esta escultura, ahora tenga una connotación negativa, pues fue un proyecto que jamás nació de las cenizas, algo que recordaremos por siempre, y que colectivamente, nos ha dejado un sesgo de desesperanza.
Líneas amargas, pero con sabor a una dulce esperanza… suena contradictorio, ¿no?
Lo que consideramos malas experiencias, no pueden ser consideradas como algo negativo, todo está en nuestra mente. Nada está perdido, pues si partimos del pensamiento de qué lo hemos perdido todo, como hoy en día muchos piensan, pues no podemos perder nada.
Es por ello que nadie nos puede quitar nada. En la primera temporada de esta columna hablamos de la identidad de Monclova, un punto muy importante para toda la comunidad que se encuentra en un proceso de despertar o de expansión de conciencia.
Partiendo del pensamiento individual, nunca podremos salir adelante, pues siempre tendremos necesidades. Siempre habrá un jefe perverso, un vecino malintencionado, un compadre abusón, un familiar resentido o un negocio que no sale. Y así podemos seguir la lista infinita de problemas y de sentimientos individualistas.
¿Pero y en lo colectivo? Eso que nos atañe a todos, y cuyos efectos afectan nuestra individualidad. Debemos aceptar nuestra realidad, y el valor para cambiar las cosas que si podemos cambiar: nuestro pensamiento.
Si leemos notas negativas, llenas de desesperanza, tendremos un pensamiento colectivo negativo, nos afecta y genera un pensamiento colectivo desenfrenado que jamás nos llevara a buen puerto.
Si se puede cambiar este tipo de pensamientos. Duele ver y leer, añoranzas, desalentadoras, producto de un pensamiento negativo. Seguir hablando de lo mal que nos ha tocado, es caer en la misma situación, día tras día, como si todos los días tomáramos un yugo, lo colocáramos sobre nuestro cuello y camináramos con él, hasta llegar a la hora de dormir.
Es hora de qué Monclova despierte, no podemos seguir lamentándonos por lo que nos pasó. No podemos dejar que los efectos del COVID-19, el cierre de AHMSA, los paros técnicos de las empresas, los aranceles de Donald Trump, nos afecten, pues son temas que no podemos resolver por nuestra propia voluntad.
Nuestra actitud tiene que ser distinta a lo común, llena de esperanza, como si nada hubiera pasado y todo hubiera trascendido con prosperidad.
Tenemos un déficit cultural grande, hábitos que nos llevan a la destrucción, como las redes sociales, la procrastinación que nos llevan a la destrucción de la mente.
Si tan sólo enviáramos mensajes sobre temas que engrandezcan el espíritu, y demos la batalla cultural en la mente y el corazón sembraríamos una semilla de esperanza que llame al trabajo digno, al esfuerzo y a las buenas ideas.
Si nuestros gobernantes, utilizaran la comunicación asertiva y nos obsequiaran estas herramientas para enarbolar el pensamiento positivo, nuestra región, en unos meses o años, avanzaría intempestivamente hacia el progreso.
Hoy en día no nos hemos dado cuenta que tenemos un baluarte en nuestras manos, que no hemos explotado, el comercio local. Vialidades como la avenida Montessori que se encuentra desolada y qué tan bonita está, pudieran servir de corredores comerciales. Si tan sólo el municipio y el Estado apoyaran a todos los microempresarios de Monclova, y digo a todos, no sólo a sus amigos, sino a todos los que emprendieran, iniciaríamos una batalla por la superación económica de nuestra región.
No podemos quedarnos de brazos cruzados, tenemos que vender y vendernos ante los ojos del mundo, porque somos el lugar más estratégico de nuestro estado, y podemos con todo lo que a nuestras espaldas nos pongan.
No podemos olvidar el pasado, pero si utilizar las experiencias negativas a nuestro favor, y hacer las cosas como Dios manda. Ciertamente esta situación que vivimos no es grata, pero nos ha dejado una gran enseñanza:
Que no debemos confundir, identidad con productos. Filantropía con cacicazgos. Empresarios con ídolos y la pobreza con humildad. Todas estas son connotaciones totalmente diferentes entre sí.
Monclova es grande por su comunidad, no por lo que produce, sino por el trabajo, el ingenio, la dedicación, las buenas costumbres, los valores que nuestros antepasados nos han dejado, y la dedicación que siempre hemos empleado para salir adelante.
Iniciemos esta nueva etapa de Monclova, dándole la vuelta a la tortilla, que, dicho sea de paso, las de harina, son parte de nuestra identidad. Busquemos la fortaleza mental y espiritual, para afrontar con dignidad, nuestro gran destino como comunidad, que es la prosperidad y la abundancia, dones que todos juntos lograremos recibir para Monclova.
Con el cariño de siempre…