Por Yuriria Sierra
Cambio civilizatorio
El momento es muy significativo: Palacio Nacional al mediodía del 8 de marzo. El recinto estaba protegido por vallas metálicas de más de dos metros de altura, una medida de protección para el espacio físico ante la protesta por los varios pendientes en el espacio público, social, jurídico y un largo etcétera que el Estado tiene con las mujeres. En contraste, adentro, en el patio central, un templete donde Andrés Manuel López Obrador dirigió unas palabras, afirmó que la Cuarta Transformación es feminista, acto seguido, integrantes de la 4T lo celebraron a él, no a las mujeres, sino a él y a ese mensaje a propósito del Día Internacional de la Mujer. Un par de horas después, en las calles: la marabunta. Como no la habíamos visto. Fuimos miles, miles de mujeres en las calles del país. Millones cuando pensamos en lo que ocurrió en el mundo. No recuerdo movilizaciones de mujeres tan nutridas como las de hace un par de días. Sin embargo, sí he notado que en los últimos años mucho ha sido el cambio, el enriquecimiento no sólo del movimiento feminisita, sino también de aquellos que nos están obligando a repensarnos y reconfigurarnos a partir de nuevas perspectivas, ésas que permiten mirarnos y entendernos más de cerca.
No es un momento de uno, dos o tres años previos. Ni siquiera de un sexenio ni de un país, ni de una ideología. Los cambios civilizatorios responden a una transformación profunda e imparable de la estructura organizativa de la especie. Y empezó hace décadas –tal vez mediados del siglo pasado–, desde que la sociedad se está obligando a leerse a partir de cómo la estamos definiendo las mujeres. Interpretarnos y luchar por un lugar que nos asegure igualdad, piso parejo. Cada vez nos cuestionamos más todo lo que está a nuestro alrededor en cuestión de género. Lo que hace unos años fueron comportamientos normalizados, ahora se ven desde la perspectiva de quien los padece, se sabe el porqué fueron y son una agresión, por ejemplo. Las mujeres también hemos conquistado terrenos que alguna vez eran considerados exclusivos de los hombres. Hasta el lenguaje es espacio de revolución.
Este es un momento histórico que se da cada cierto tiempo. Es una era de cambio, de reconfiguración civilizatoria que tomará varios años más, la resistencia es mucha, pero una sociedad que interpela y cuestiona se aviva al pasar de los días. Y cada 8M se ha visto cómo el movimiento feminista se observa más articulado. Pocos líderes en el mundo están leyendo esto. Cuántas notas hemos comentado en este espacio y que significan pasos atrás en el acceso a derechos, a espacios de oportunidad para las mujeres alrededor del mundo, lo mismo en México que en EU o Afganistán.
López Obrador y su evento del miércoles pasado, donde las invitadas portaron pines con la figura presidencial, dejaron de manifiesto que siguen sin siquiera percatarse de la hondura e importancia de este fenómeno (que no es sólo de México o de Latam). Ni siquiera exclusivo de EU, es gobal). México ha ido con el mundo (como ocurre con la inevitabilidad de los cambios civilizatorios). Pero estos han sido cuatro años consecutivos en que se han descalificado las protestas del 8M, sino que se ha desprovisto a las mujeres de varias de sus conquistas obtenidas, en que se las ha colocado en el mismo saco de los “adversarios”, de los “conservadores”, pues López Obrador entiende esto también como un batalla en su contra. No alcanza a leer la magnitud del fenómeno mundial. Ésta puede ser la más equivocada y costosa lectura del presente, tomando en cuenta que a él lo que más le importa es su lugar en la historia: y está yendo en contra de la misma. En 20 o 25 años, las mujeres seguiremos marchando, porque entendemos que esta es una lucha que llevará más tiempo, y tal vez lo hagamos por causas que hoy no tenemos concebidas, pero que ya se irán poniendo a la vista.
Andrés Manuel López Obrador ha insistido que desea pasar a la historia como uno de los mejores presidentes de México, pero qué lugar está asegurando si no ha sido capaz de leer este momento de cambio civilizatorio liderado hoy por las mujeres.