Si el queso amarillo no es de buena calidad, te sorprenderá lo que en realidad estás comiendo
Para un rico sándwich, unos macarrones o nachos, nada como el queso amarillo. Este ingrediente se lleva bien con muchos platillos y su sabor lo hace irresistible. El riesgo es que es una de las variedades con más imitaciones y vas a sorprenderte cuando sepas lo que contienen en realidad.
El queso amarillo no solo es rico sino práctico, pues almacenarlo y derretirlo es sencillo, pero antes de consumirlo vale la pena poner atención a su textura y color, para identificar los de mala calidad que pueden poner en peligro nuestra salud.
Más allá de marcas, en esta ocasión vamos a decirte de qué está hecho el queso amarillo y los peligros que puede conllevar su consumo si es que no se elige uno auténtico.
¿Cómo nació el queso amarillo?
De acuerdo con la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), el queso amarillo fue patentado en 1916 y comercializado en los primeros supermercados en la década de los 50.
Su origen se remonta a Suiza donde, a principios del siglo pasado, Walter Gerber y Fritz Stettler buscaban una manera de hacer sopa con un tipo de queso conocido como emmental. El reto era que al romperlo y derretirlo, la grasa se separaba del resto de la cuajada, formando una nata.
Su solución fue añadir citrato de sodio, aditivo utilizado en la elaboración de jamones y gelatinas, que permitió que, al ser sometida al calor, la grasa quedara atrapada en la red de proteínas, volviéndose lo suficientemente flexible para fundirse, pero no para desintegrarse.
¿De qué está hecho el queso amarillo?
Por supuesto cada marca tiene sus propios procesos e ingredientes pero, de manera general, el queso amarillo cuenta con una serie de aditivos, principalmente sustancias emulsificantes, como el fosfato sódico, que le dan su apariencia, además de aumentar su vida en el anaquel y darle una mayor capacidad para derretirse.
No obstante, una de las mayores críticas de esta variedad es que, a diferencia de los quesos tradicionales, su sabor, olor, color y textura, es muy limitado. Además de que suele estar lleno de elementos artificiales que aumenta considerablemente su contenido de sodio.
De hecho, esta variedad entra dentro de los llamados quesos procesados, pues se consigue tras moler y fundir quesos madurados, agregando además sodio, sales fundentes, aditivos y leche.
Pero la Profeco advierte que el verdadero riesgo viene con las imitaciones que están compuestas por ingredientes como agua, almidón, grasas vegetales, caseinatos y sales fundentes, entre otros aditivos.
Los riesgos de comer queso amarillo de mala calidad
Primero hay que decir que el queso amarillo, incluso el de mala calidad, no es perjudicial para la salud si se consume en cantidades mínimas. Pero si te excedes debes saber que estás aumentando tu ingesta de grasas trans y saturadas.
De ahí la importancia de identificar las imitaciones. Lo primero es revisar las etiquetas ya que, por ley, las marcas que no cumplen con lo necesario deben incluir leyendas como: imitación queso fundido tipo americano; imitación queso americano; estilo queso americano; rebanadas individuales sabor a queso americano.
Este tipo de opciones contienen más grasas trans que son un riesgo pues, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), el consumo de ácidos grasos saturados no debe aportar más del 10% de la energía.
Recordemos que las grasas trans se forman cuando los aceites líquidos se convierten en grasas sólidas mediante procesos industriales. A esto se le conoce como hidrogenación y consiste en agregar moléculas de hidrógeno al aceite vegetal. El problema es que pueden provocar que el colesterol “bueno” descienda, y el “malo” se eleve, ocasionando un mayor riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares
El otro foco rojo es la cantidad de sal. De acuerdo con la OMS, la cantidad de sodio que ingerimos diariamente no debe superar los 6 gramos. Pero el queso amarillo contiene 238 miligramos de sodio por cada rebanada, lo que corresponde al 11.9% del sodio total recomendado al día para un adulto y el 15.8% para un niño.
Así que ya lo sabes, la calidad y la moderación son las claves en este tipo de productos.