
En uno de los escenarios culturales más importantes del País, un reencuentro entre el público y el arte ha tenido lugar.
“Bienvenidos nuevamente al Palacio de Bellas Artes”, resonó por los parlantes de la Sala Principal, a unos instantes de que la función comenzara.
Domingo de cielo gris que precedía al chubasco, atemperado por el cálido recibimiento del personal del recinto. Il tramonto (El Crepúsculo) llevó por título el concierto de hoy, a devenir en aurora para los aquí congregados.
Aunque la capacidad era limitada, la convocatoria fue puntual y considerablemente atendida. Desde 45 minutos antes de la cita, una modesta fila ya esperaba en el acceso principal, por momentos engrosada por los paseantes dominicales en busca de refugio ante la llovizna que arreciaba.
“Nos tuvieron ahí como a 50, 60 personas hechos bolita. Y luego al entrar, ahí sí, ‘guarda tu distancia entre uno y otro’, y dices: ¿Dónde está el sentido común?”, comentaría a REFORMA un matrimonio.
Al momento del ingreso, una rutina que a nadie sorprende más: termómetro en la frente, gel antibacterial en las manos, paso obligado por el tapete sanitizante y el frío rocío del atomizador desinfectando por delante y por detrás.
Espectáculo para unos cuantos, anunciaba una sala reducida al 30 por ciento de su aforo, con una pila de asientos cancelados para cumplir con la sana distancia; 227 asistentes, acomodados en luneta y anfiteatro, fue la cifra final registrada por el INBA.
Y aunque no hubo rastro de ventilación alguna, los accesos permanecieron abiertos de par en par todo el tiempo.
“Me dio mucha seguridad que hubiera cuatro bancas entre una persona y yo”, compartió Luz Reyes, estudiante de comunicación, a la salida del recital.
“La verdad es que ya hacía falta tener espacios de nuevo de este tipo, de esta calidad. Y con estas medidas, uno se siente seguro y confortable de salir, aún a pesar de esta pandemia”, consideró Abril Castañeda, ama de casa, para quien la selección de obras para el programa no pudo ser mejor.
De la tristeza y melancolía de Crisantemi, de Giacomo Puccini, la Orquesta del Teatro de Bellas Artes transitó al drama romántico y exaltación de la belleza del mundo natural de Il tramonto, de Ottorino Respighi, para luego cerrar con la enérgica e intempestiva Sinfonía para cuerdas en Mi menor, de Giuseppe Verdi.
“Ahora se ha puesto el Sol / pero líneas de oro penden sobre las grisáceas nubes”, cantaría la mezzosoprano Rosa Muñoz, haciendo reverberar el Palacio desde atrás del escudo de acrílicos a su alrededor.
“Me gustó la solución que tuvieron con la cantante. Yo creo que es esencial para ver su cara y para la interpretación, y no interviene con el sonido. Yo también soy cantante, entonces fue perfecto que fueran así de precavidos”, celebró Alejandra Palmer, de 23 años.
Los cubrebocas, inevitables protagonistas de esta pandemia, presentes arriba y abajo del escenario. De los negros y elegantes que con uniforme coordinación portaron los atrilistas, a los coloridos, rayados o floreados en las caras del público.
“Buenas tardes, ¿sí lo molesto si se pone su cubrebocas?”, pidió una empleada a un hombre previo al inicio. Unas filas adelante, otro más se lo había quitado para tomarse una selfie, para disgusto de un par de mujeres que lo señalaron al personal del recinto.
“Hay inconsciencia por parte de nosotros como espectadores en este tipo de cosas en que deberíamos de colaborar todos. Queremos regresar (a los espacios), y regresamos y no acatamos lo que es. Ése es el problema”, opinó Ángel Reyes, trabajador del INAH.
Al final, esto no mermó la emoción de regresar a un Bellas Artes reavivado por la ópera, a más de un año de una contingencia sanitaria aún vigente.
“Escuchar cómo la orquesta estaba ensayando y afinando incluso antes de la función fue muy bonito. Pero ya que comenzó, ¡ay, hasta lloré mucho en toda la función! Fue una emoción que me invadió por completo”, expresó Reyes.
Con un largo aplauso, los convidados signaron este esperado reencuentro, acaso con la esperanza de recordarlo como el crepúsculo del pandémico azote que ha mantenido al mundo separado.